miércoles, septiembre 05, 2012

Me llegó el alma

Cuenta mi tío que entre los diplomáticos existe una frase muy utilizada cuando llegan a un nuevo país, o más que frase es una pregunta: ¿Ya te llegó el alma? Se dice que a partir de que el hombre empezó a utilizar medios de transporte como trenes o, en mi caso, aviones, el alma, acostumbrada a moverse a la velocidad de nuestro propio cuerpo, se desplaza mas lentamente que su transporte mecánico. Es por eso que cuando se llega a un país nuevo, después del obvio asombro ante lo desconocido, poco se siente de manera intensa. Al menos en mi caso así fue...hasta que me llegó el alma.

Me rasguñó un poquito cuando estaba en la capilla Sixtina, sin embargo es un lugar abarrotado, pequeño, y ademas, iba acompañada de mi tía y mi prima, así que mi alma decidió que necesitaba más privacidad y se marchó apenas salí de ahí. Fue hoy, cuando empece mi peregrinaje, que me llegó. Después del desayuno, me salí en la dirección que mi tío me indicó para llegar a la Iglesia de Santa María della Vittoria. Iba caminando rápido pues eran las 11 am y todas las iglesias cierran de 12 a 3 pm. No vi mucho, pues iba al encuentro con la única cosa de Roma que de verdad me emocionaba conocer: a Santa Teresa en Éxtasis.

 Me costó un poco encontrar la pequeña iglesia, pues ademas de estar en una avenida, lo que perjudica a la visión, su fachada está totalmente cubierta debido a obras de restauración. Cuando llego veo la puerta cerrada y una gran decepción me inunda (aunque estaba dispuesta hasta esperar a las 3pm para que abrieran de nuevo). No hizo falta esperar, note que alguien salía así que me apresuré a entrar. Solo abrir la puerta me recibió una esplendida música en órgano, y al oír una notita fantasma, me di cuenta que estaba siendo interpretada en vivo. Recorrí la pequeña iglesia por el lado derecho, siempre lo hago así, al revés. Me pareció asombroso encontrarla casi vacía, y me recordé que, de no ser por "Ángeles y Demonios" estaría desierta. Lo primero que me encontré fue una tumba que llamó sobre manera mi atención, una mujer no mucho más alta que yo, o mejor dicho, no más alta que yo, con un bonito vestido bordado. He visto este tipo de cosas en México, pero por la abertura de su boca, la forma, color, textura y ubicación de sus dientes, me di cuenta que era un cadáver real. Después vi que en sus manos, por la parte de las palmas, no había cera y podía ver perfectamente los huesos amarillentos de la santa. Algo que llamó mi atención de ella fue una herida que tiene en el cuello, aunque no se nada de esta santa pensé en vampiros. Intenté investigar, pero no encontré NADA. Seguirá siendo un misterio hasta el día que regrese a Roma.

Después giré hacia la derecha, caminé por el altar y ví la capilla Cornaro, la ví a ella: ahí estaba con su imperturbable rostro en perpetuo éxtasis. Me cautivó de inmediato. Sin embargo, lo que realmente me sorprendió, no era ella, si no el Ángel. Las fotos, aunque muy fidedignas, no logran captar esa hermosa picardía y su magnífica media sonrisa, su labio inferior fruncido, su cara triunfante. Lo único que podría pensar es en un hombre que se siente realizado al ver la cara de su amante en éxtasis...su amante, repetí mil veces la palabra en mi cabeza, volví la cara de nuevo a ella, y la contemplé: quería ser ella, quería volverme piedra en un instante eterno de perfecto amor, la deseé y deseé a su Ángel, que siempre, para siempre se quedaría con ella. Les ví a ambos, y la frustración se apoderó de mí, les odié pero al mismo tiempo les amé. Cuando estaba más dentro de mi torbellino de pensamientos, se me acercó un señor, me dijo que la iglesia iba a cerrar y que por favor me marchara. Me separé de la capilla con cierto pesar y salí a la calle, dónde la luz del Sol me cegó, y así caminé hasta que no pude más. Afortunadamente pasaba junto a un parque, y dentro de los árboles, en un pequeño clarito, me puse a llorar en silencio, después un poco más fuerte. Cuando el alma te regresa, duele.

...


Esa misma tarde, por primera y última vez en mi visita a Roma, le oí, absolutamente cerca de mí, sobre de mí, dentro de mí. Su graznido me heló el alma recordándme: "Estoy aquí, no estás sola. No está mal dejar que el alma odie, yo no puedo ser siempre amor, yo también pasé por lo mismo que tú". Después de eso, el cuervo salió volando en dirección al Castel Sant'Angelo.






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